Asabedi

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viernes, 24 de marzo de 2017

RECOMENDACIONES CULTURALES: "LA VIDA ES UN REGALO. Una mujer que pilota con mano firme su vida"

María de Villota Comba nació en Madrid el 13 de Enero de 1980. Fue la segunda de los tres hijos de Emilio Villota, uno de los primero pilotos españoles de Fórmula 1.

Influida por el ambiente que se respiraba en su casa, a María le sedujo la velocidad desde que era muy pequeña, y pese a la aposicion de sus padres, empezó en el mundo del motor en 1996, a sus 16 años.
Compaginó sus estudios en EEUU para mejorar su nivel de inglés y se matriculó en Empresariales, carrera que dejaría para licenciarse en Ciencias de la Actividad Física y Deporte, estudios que le parecían más idóneos para tener más fuerza física, el único obstáculo real que veía en su camino hacia su sueño: ser piloto de Fórmula 1.

Con el paso de los años fue abriéndose camino como profesional del motor, consiguiendo numerosas marcas e importantes premios a nivel nacional e internacional. Y es que en un mundo tan masculino como el del automovilismo María estaba obsesionada con que se la valorara por sus méritos, que eran muchos.

Sin embargo, las cosas se torcieron completamente el lluvioso 3 de julio de 2012, cuando la joven piloto hacía unas pruebas de aerodinámica en el aeródromo inglés de Duxford, al impactar su coche, a 65km./h., contra la rampa de un camión de material que estaba a pie de pista. Se debió a un fallo humano, el coche quedó bloqueado y no respondió  a las maniobras que ella hizo para el evitar el choque. Una colisión brutal a la altura de la cabeza que casi le costó la vida. Tras una intervención de 17 horas, le recompusieron el cráneo partido, sin poder evitar que perdiera su ojo derecho.

Su entrenador personal con el que había iniciado una relación sentimental algunos meses antes, no se separó de su lado en su larga espera y difícil recuperación, llegando a contraer matrimonio.

En octubre de 2012, María de Villota reapareció públicamente. Sonriente, cálida y con una empatía que siempre la caracterizó. Ante la pérdida de su ojo derecho usaba parches, los cuales combinaba con la ropa que vestía; y su enorme sonrisa la convirtieron en un referente de coraje, fuerza y superación. María, tras el accidente perdió el olfato, sufría pesadillas, fuertes dolores de cabeza y otras secuelas físicas, aunque las cicatrices dejaron de importarle cuando su padre le hizo ver que eran el recordatorio de lo logrado; fue entonces cuando dejó de sentir pena por sí misma, elevando sus cicatrices a la categoría de medallas de honor.

María estaba convencida de que la pérdida de su ojo había sido por algo, porque le esperaban otras cosas en la vida además de los coches, algo más importante, asegurando sentirse mejor persona y “ver mucho más allá” desde la pérdida ocular derecha.

A partir del trágico accidente mostró una extraordinaria capacidad para reinventarse. Desde entonces, la solidaridad sería su razón de vivir, llegando a ser la “Fundación Ana Carolina Díez Mahou” el centro de su vida, ayudando a niños afectados por enfermedades neuromusculares genéticas.

A consecuencia de las lesiones neurológicas del accidente, María falleció de forma natural mientras dormía el 11 de octubre de 2013 en Sevilla, horas previas a su participación en un Congreso, saliendo a la luz su proyecto autobiográfico tres días después “La vida es un regalo”.

La Fundación en colaboración con la familia, deciden continuar su labor difundiendo sus valores y obras solidarias, con el recuerdo de su eterna sonrisa, fundando “El Legado de María de Villota”. Una iniciativa que nace en 2014 para difundir los valores de la piloto, y continuar su labor solidaria junto a las personas enfermas y colectivos más necesitados.

Superación en la dificultad, disciplina en su preparación, perseverancia en sus objetivos, optimismo como actitud, espíritu de equipo y sacrificio, empatía con las personas que le rodean, fueron sus valores y señas de identidad.




Personalmente, recomiendo leer “La vida es un regalo…” la he leído tres veces y seguiré siendo repetitiva por cosas que expone como éstas, María, la de la brillante sonrisa, y su parche a juego con su ropa, en su libro:

“Aún no he podido cerrar un capítulo de mi vida, empezar de cero, olvidarme de los que mi mano no cogieron, Pero con lo que no puedo, me supera y entristece tanto… es con los niños como Rubén, niños que viven una vida tan injusta que me hacen sentir rabia por vivir aquí, en este mundo. Pero luego, cuando lo pienso, me doy cuenta de que aún tengo mucho que darles. Mucho que transmitirles. He tenido la suerte de vivir otra vez, de tener una segunda oportunidad. Y sé que mi sonrisa es lo mejor de mí que ellos se pueden llevar. Transmitirles, como siento, que he sido muy afortunada de estar aquí, de vivirles, aunque solo hubiera sido un ratito, porque la vida, a pesar de todo… LA VIDA ES UN REGALO”.



Mª Oliva Alfaro Tello

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