Asabedi

Asabedi

jueves, 20 de abril de 2017

EXPERIENCIAS PERSONALES: "LOS ANIMALES Y LA DISCAPACIDAD"


Los animales que más se emplean en terapias con personas con discapacidad son los caballos y los perros.

El caballo proporciona a personas con problemas psicomotrices calor y movimientos suaves para relajar miembros y músculos, sobre todo las piernas. Se trabaja la coordinación y el equilibrio, y ayuda a tonificar la musculatura en general. En personas con discapacidad psíquica y sensorial les ayuda la interacción con el entorno, la ubicación del espacio y estar en contacto con la naturaleza y el aire puro.
Los paseos a caballo en espacios abiertos como el campo o la playa hacen a la persona entrar en un estado de bienestar y tranquilidad, disfrutando del entorno sobre todo en personas con problemas de comunicación e interacción, por ejemplo, el autismo.

Personalmente, llevo dos años montando a caballo y me gusta mucho, me hace sentir muy bien. Animada por un amigo que pertenece a este mundo del caballo me inicié en estas terapias. Al comienzo no estaba muy convencida, no lo veía muy claro y sobre todo por ser una persona con tantas limitaciones físicas... pero me equivocaba. Comencé el primer día insegura y desconfiada.

La primera vez que me monté en un caballo mi impresión fue de vértigo, pensé que estaba más alto de lo que me imaginaba. Primero comencé a montar en una montura vaquera adaptada. Este tipo de montura es más ancha, pesada y estable, con adaptaciones en en el respaldar (una espaldera para reposar el tronco) y una agarradera en la parte delantera. No utilizaba los estribos lo que hacía que trabajase más el equilibrio, y el instructor era el que llevaba las riendas, llevaba el caballo mientras realizaba los ejercicios de brazos.
Tras muchos meses trabajando, realizando ejercicios variados y afianzando la musculatura y el equilibrio, dejamos a un lado este tipo de montura para pasar a la montura inglesa, una montura más ligera, pegada al caballo, estrecha y con ningún tipo de adaptación. Otra prueba de fuego, otra vez enfrentarse a algo que produce miedo e inseguridad pero una vez que nos enfrentamos a un nuevo reto y se supera, nos sentimos más seguros, confiados,... poderosos.



Realizaba ejercicios más complejos (eslalom, colocar picas en los conos, coger pelotas de los conos, sentadillas... ejercicios con el animal en movimiento), llevaba el control y las riendas del caballo, a utilizar los estribos y las rodillas como puntos de apoyo y agarre...

Otro gran paso fue el conseguir subirme al caballo de forma autónoma. Al principio lo hacía con ayuda del instructor, me manejaban y me montaba en peso en el caballo. Tras la fabricación de unos escalones, subo con cuidado agarrada a la montura, pongo un pie en el estribo y flexionando la rodilla consigo subir.

Todo esto me ha proporcionado una sensación de seguridad y creer en mí misma, experimentar que sí soy capaz, e impulsarme ha hacer más cosas. Todo esto no hubiera sido posible sin mi instructor, su apoyo y su afán por exigirme siempre un poco más también han hecho que consiga todo esto, y por supuesto, a su magnífico y paciente caballo, que no puede ser más noble y bondadoso, gracias Paco y "Bailaor".



Además de disfrutarlos yo, vienen otros niños de otras localidades con diversas discapacidades a montar acompañados de sus padres y sus familias, creándose así un ambiente muy bueno y beneficioso a nivel de relaciones, donde comparten experiencias tanto los niños como los padres (muchos de ellos se conocen y comparten problemáticas similares).

Me encantan los sábados por la mañana, simplemente porque sé que voy a montar.


Otro de los animales que se utilizan para terapias son los perros.
Aquellas personas que tienen una discapacidad física, psíquicas o sensorial, pueden disponer de un apoyo, una ayuda que se convierte en nuestro mejor amigo, en nuestro compañero, en un ser muy especial en nuestra vida.

Podemos clasificarlos en dos tipos: los perros de asistencia y los perros de compañía.

Los perros de asistencia son aquellos que han sido adiestrados para avisar a personas que tienen una discapacidad auditiva de distintos sonidos y el lugar de su procedencia (perros señal).

Los perros guía están destinados a ayudar a personas invidentes, son perros destinados al acompañamiento, conducción y el auxilio de personas con esta discapacidad. De su adiestramiento y formación se encarga exclusivamente la Fundación ONCE. Estos perros, conocidos por todos, han conseguido una gran aceptación en la sociedad.

Otra modalidad de perros de asistencia son los perros TEA, perros útiles para personas con problemas de socialización, comunicación y mitigar las conductas disruptivas. Son los más apropiados para personas con trastorno del espectro autista.

Los perros de alerta médica, avisan cuando se produce una urgencia médica en aquellas personas que tienen patologías que pueden llegar a comprometer su vida.

Cualquier persona que tenga una discapacidad que limita sustancialmente su vida puede tener un perro de asistencia. Estos perros necesariamente no deben ser de raza determinada, lo importante es que se adapten a las características físicas y a la función que van a desempeñar y tengan un carácter dócil, sea tranquilo y afectuoso, y que su comportamiento sea previsible.

Por último los perros de ayuda social. Estos perros están destinados a aquellas personas con una discapacidad psíquica, y también se trabaja con ellos en residencias de ancianos, centros penitenciarios, centro de drogodependientes, etc...

También encontramos otro tipo de perros que proporcionan un apoyo y estabilidad psicológica y emocional, estos son los perros de compañía o mascotas. Proporcionan bienestar no sólo en personas con dificultades sino a cualquier persona. Suelen ser leales, dóciles, cariñosos y llegan a mimetizarse con su dueño/a. No necesitan ser perros de una raza determinada y no suelen estar adiestrados para realizar dicha función. Si tienen hijos, padres, hermanos... con algún problema, y están pensando en adoptar a un animal para su ayuda, lo recomiendo, porque son muchos sus beneficios. 


Hace un año que "Chiqui" llegó a mi vida. "Chiqui" es una labradora negra que proviene de una camada de labradores que tenemos en casa, donde siempre hemos vivido rodeados de animales y sobre todo de perros, porque donde vivo se presta y tiene todas las condiciones para tenerlos.

Yo nunca había reparado en ellos a pesar de que compartíamos espacio y convivíamos juntos, pero ellos estaban por su lado y yo por el mío.
Mi familia me animaba a tener uno, pero mi respuesta siempre era la misma: “...yo cómo voy a cuidar de un perro si a veces dudo si soy capaz de cuidar de mí misma..."

Es una actitud un poco egoísta y cerrada. Me cierro en el momento en el que noto que me estoy encariñando o empiezo a tener sentimientos. Es como una especie de escudo o coraza que me pongo para protegerme y evitar que me hagan daño. A lo mejor es una actitud errónea por mi parte porque puedo perderme muchas cosas y experiencias.
Aparte de estos pensamientos, también estaba atravesando una época anímicamente baja.

Llegaba a casa y ahí estaba "Chiqui", me levantaba y veía a "Chiqui", siempre se acercaba a mí a hacerme gracia y me buscaba. Era cómo si supiera que no estaba bien y poco a poco iba conquistándome. Siempre son los dueños los que escogen a sus mascotas pero en mi caso fue ella la que me escogió a mí.

Estuvo lastimada y se perdió durante dos días. Me puse muy mal y triste y sentía que sin ella me ahogaba. Entonces entendí que me aportaba mucho y que necesitaba estar con ella. Afortunadamente apareció y automáticamente la acogí como mía, como propia.

Nos queremos mucho y a puesto mi vida patas arriba. Me ha dulcificado el carácter, he experimentado sentimientos que pensaba que no existían, me está ayudando a superar ciertos aspectos que me cuestan. Por ella, salgo más de casa, he aceptado sentarme en una silla de ruedas sólo porque veía que así tenía la posibilidad de pasearla (estaba muy negada y sólo con ver la silla me ponía de mal humor).

La gente más cercana a mí no me reconocen cuando ven cómo le hablo y la miro... me cuesta reconocerme a mí misma, ha llegado tan dentro de mí y ha conseguido cosas que ni amigos ni familia han podido conseguir conmigo y mi cabezonería. Se ha convertido en un ser muy especial para mí y por eso la gente la respeta y sabe el lugar que ocupa y lo inmensamente feliz que me hace.



Cuida de mí, me acompaña, es muy cariñosa y obediente, se amolda a mi ritmo y espacio, siempre está alerta y focaliza toda su atención en mi persona cuando le hablo.
"Chiqui" ha conseguido animarme y que no me mire y regodee en mí misma y mi problemática, que mire hacia el frente y empiece a pensar que tengo que ocuparme de más cosas.
Me acompaña al médico, al fisioterapeuta, a sesiones de logopedia, a la piscina... todas las mañanas la saco a pasear y vamos a desayunar. La colmo de cuidados y pasamos casi todo el tiempo juntas.

Tener a un animal no es ningún juego, es una responsabilidad muy grande y hay que ser consciente de ello. Se les tiene que cuidar, querer, tratar bien y dedicarles nuestro tiempo. Son seres vivos y ya no me vale cuando se dice: “...es sólo un perro o un animal..”.
Puedo decir abiertamente que es una de las cosas más bonitas y positivas que me han pasado últimamente.




“...Había un príncipe que tenía una rosa en su jardín. La cuidaba y la mimaba mucho porque la consideraba la flor más bella, única y especial que existía.
Se desilusionó cuando descubrió que no era una especie única, que su rosa era común y que existían muchas iguales e incluso más hermosas.
Pero el príncipe pensó y llegó a la conclusión que la suya sí era única, especial y la más bella sólo por el hecho de que era la suya. “
Mi "Chiqui" es mi rosa.



Desirée Flor.


jueves, 6 de abril de 2017

EXPERIENCIAS PERSONALES: "EL VOLUNTARIO"

El voluntario es una persona que se une libre y desinteresadamente a un grupo para trabajar con fines benéficos o altruistas.


Alejandro es un joven de 27 años, natural de Benalup-Casas Viejas, monitor de transporte escolar y voluntario en UPACE (Unión de Parálisis Cerebral) en San Fernando y voluntario en nuestra asociación local Asabedi.

Nos confiesa que su andadura como voluntario, en la cual lleva tres años, fue dada por una amiga que le comunicó que uno de los usuarios de Asabedi iba a asistir a Upace, y necesitaban a un monitor de transporte que lo acompañase. Este fue su primer contacto con un centro especial y con la discapacidad, ya que no tenía antecedentes de familiares ni de amigos. Fue por empatía, por simple curiosidad y por la necesidad de saber cómo aprenden y cómo funcionan estas personas, cómo piensan y cuál es la percepción de la vida que tienen.
Comenzó acompañando a este usuario y se quedó como voluntario en el centro de lunes a viernes.

Al principio fue complicado porque veía a muchos niños con problemas, empatizaba mucho con ellos y no sabía separar el trabajo de su vida personal.
Su trabajo consistía en atender las necesidades de este usuario, pero pasó a hacer sustituciones, a acompañar a los niños en sus diversas actividades (ir a la piscina, a las sesiones de fisioterapia, a las sesiones de logopedia, en el comedor  ayudando a los niños más dependientes...) y echar una mano allí donde lo necesitaban.

Un día normal en su trabajo comienza acompañando a este usuario en taxi al centro, donde se imparten clases y en algunas reclaman de su colaboración y ayuda con la realización de las actividades de los niños (realización de fichas, actividades con el ordenador, colabora con el fisioterapeuta en los ejercicios ayudando a los niños, cogerlos de sus sillas, colocarlos, subirlos a la bici estática, con el logopeda en la realización de grabaciones... ) y por último y para cerrar el día, ayuda en el comedor a darles de comer a los niños más dependientes, limpiarlos cuando se ensucian y en la realización de las tareas de aseo personal (cepillarse los dientes y peinarles).

Tanto le gusta, le llena y le envuelve este ambiente que muchas veces se cuestiona el por qué estudió salud ambiental y no se dedicó a la docencia o a la educación especial.

Ha pasado por casi todas las edades y ha prestado su ayuda en todos los ciclos. En este centro los niveles educativos se dividen en Infantil, Ciclo 1, Ciclo 2, Ciclo 3, y Transición a la vida adulta. El currículo que se sigue es el de infantil: capacidades y conceptos básicos, actividades y conceptos que le ayuden a afrontar la vida diaria, comunicación y expresión... ya que los alumnos presentan un desfase cognitivo debido a la discapacidad que presentan.

Alejandro también nos cuenta que el centro dispone de muchos recursos: piscina, gimnasio, sala de informática (los niños trabajan mucho con los ordenadores), sala de estimulación sensorial, etc. y dispone de profesionales como fisioterapeutas, logopedas, psicólogos, cuidadores, monitores,… pero eso sí, se escasea de voluntarios. Y es que estamos hablando de la ayuda desinteresada, no remunerada y un tiempo personal dedicado a esta causa.

Esto es muy difícil darlo a día de hoy, donde todo está marcado por el tiempo y el dinero. Se dispone poco de estas dos cosas y es muy complicado encontrar a personas que den sin esperar nada a cambio, que cambien ambos factores por sentimientos de satisfacción y orgullo personal que les llene y les haga absolutamente felices.

A los voluntarios no se les valora lo suficiente, aunque  Alejandro  nos cuenta  que hay madres que se lo agradecen profundamente, y los niños con sus sonrisas y sus gestos también se lo dicen día a día. Ese es el mejor pago y regalo que le pueden dar. No puede estar mejor en este ambiente, y confiesa que si tuviera que dejarlo le pesaría mucho.

Esas madres y familias que conviven con ellos y realmente los conocen y saben lo que es su día a día, tienen en cuenta la ayuda que les prestan a sus hijos y el respiro que les aporta a ellos.
Estos niños se enfadan y se frustran mucho, e incluso tienen problemas de comportamiento que no saben gestionar. El voluntario o el monitor es con quien se paga la rabieta del día, el desplante o el desaire, y estos con su mejor cara y haciendo uso de su gran paciencia, tranquilizan y dan solución al problema de la mejor forma posible.

Como anteriormente he referido, Alejandro acompaña a los niños en las actividades del centro tanto internas como externas. Cuando salen del centro con los niños nota esas miradas de compasión y pena de los demás, e incluso murmullos y comentarios que a él tanto le molestan y fastidian porque son personas, parte de la sociedad, que tienen mucho que aportar y son capaces de muchas cosas que no somos capaces ni de imaginar. Sólo las personas que se paran a conocerlos y los tratan con naturalidad se dan cuenta de eso.

Los usuarios con los que Alejandro se ha encontrado en el camino suelen ser casos variados, pero cada uno es único, tienen su propia personalidad y sus características. De edades variadas, algunos dependientes, otros menos dependientes y muchos se pueden valer por sí mismos; se ayudan y se tienen mucho cariño, llegan a ser una gran familia. Lo mismo se quieren que se están pegando, problemáticas entre ellos  que se resuelven siempre con un final feliz.

Los voluntarios suelen coger un cariño inmenso a los usuarios, y ellos responden como mejor pueden, interactúan con ellos o simplemente con una leve sonrisa.



Y es que pienso que en nuestra sociedad falta o existe un bajo nivel de empatía, conciencia y tolerancia hacia este colectivo. Ellos también son personas, tienen necesidades y derechos. Están, aunque muchas veces no los veamos. Afortunadamente la situación va a mejor, aunque aún hay mucho trabajo por hacer.
                                                                                     


Desirée Flor.