Asabedi

Asabedi

jueves, 26 de enero de 2017

DOCENCIA: VOCACIÓN + PACIENCIA

Estas dos particularidades, entre otras, son dos de los ingredientes fundamentales que debe tener la persona que se dedique a la enseñanza, y tienen que estar más presentes aún si las personas con las que trabajan poseen características especiales, si tienen alguna discapacidad, puesto que son personitas que requieren de una atención más adaptada, personalizada y cercana, requieren una metodología y estrategias de aprendizaje diferentes.

Con este artículo se pretende acercar a los lectores a las personas que se dedican a la docencia sobre todo los maestros de Educación Especial. Para ello, y basándonos en la experiencia,  hemos recurrido a Tamara Gómez Cabeza, maestra de Educación Especial que actualmente ejerce en primaria en el C.E.I.P. Padre Muriel, en Benalup-Casas Viejas.

Tamara nos cuenta que siempre quiso dedicarse a la enseñanza, que lo suyo fue por vocación y por curiosidad. Curiosidad por cómo aprendían estos niños y cómo se les atendía, aunque no tenía ningún contacto con la discapacidad, ni familiares ni amigos, ni alguna historia detrás que le hiciera inclinarse por la educación especial.

Sin motivo aparente estudió esta especialidad, y mientras preparaba oposiciones tuvo su primera oportunidad. Un caso particular, una niña cuya madre estaba en una etapa de preocupación, desconcierto, de búsqueda de soluciones, etc. Una niña que tenía a su alcance todo el material, las terapias, atención, amor, participación de la familia y la lucha por parte de estos. Se dieron avances pero cuanto más grandes eran éstos mayores eran los retrocesos. Tamara recuerda este caso muy difícil y frustrante, no por la niña, sino por ella misma. Finalmente se optó por aceptar que no se podía más, que había un límite, no más terapias y dejar que simplemente fuera feliz.
Con los niños con discapacidad se debe aceptar, tanto la familia como la escuela, que cada niño es diferente, cada uno tiene sus capacidades y limitaciones, así como su propio ritmo, no hay que forzarlos.
Para Tamara, este caso siempre será muy especial y lo recordará con mucho cariño.

Aprobó las oposiciones y su primer centro fue el C.E.I.P. Doctor Thebussem, en la localidad de Medina Sidonia en el año 2003, con tan sólo 22 años. Se enfrentaba a un claustro mayor y a la sombra del último maestro de Educación Especial que tuvo una intervención impecable, muy difícil de igualar. A pesar de ello recibió mucha ayuda de sus compañeros.
Encontró muchos casos de alumnos con dificultades en el aprendizaje, y otros con Síndrome de Down, cuya relación y aprendizaje mutuo jamás olvidará.

Después de su andadura por Medina Sidonia, volvió a casa, a Benalup- Casas viejas, a su centro, donde estudió de pequeña y sus compañeros ahora, habían sido sus maestros.
Tamara confiesa que en esta etapa aprendió más que en los tres años de carrera.
Se encontró con casos mayoritariamente de dificultades de aprendizaje, desfases curriculares, alumnos en riesgo de exclusión social, de etnia gitana... un “revuelto de problemáticas” a las que debía atender con sus diversas circunstancias.

Y es que en sí, todos los alumnos son diferentes, especiales, con particularidades que los hace únicos, ya no sólo los que tienen alguna discapacidad. Y es que todos los días son distintos, no hay nada estático, cada día es una explosión de dinamismo en lo que todo está siempre en movimiento porque se trabaja con personas cambiantes en comportamientos, estado anímico, que tienen sentimientos y almas limpias y puras y más si hablamos de alumnos con necesidades educativas especiales.

Ese año Tamara llevaba el “Aula de Apoyo a la Integración”, ya con más experiencia y seguridad a la hora de exponer planteamientos, utilización de metodología, materiales, adoptar estrategias, utilización del protocolo... Y es que en la detección de necesidades educativas o discapacidad en los alumnos, dependiendo de la edad, se realiza en la mayoría de los casos por parte de la USMI (Unidad de Salud Mental Infantil) de Puerto Real, por la Unidad de Psiquiatría de Vejer de la Frontera o a veces por el mismo pediatra. En algunos casos son los padres los que no dan la autorización para que estos niños con dificultades reciban una atención especializada. Se encuentran paralizados en la fase de la negación de algún problema, e intentan que sus hijos sean como los demás. Hay veces en los que se llega a una aceptación y posibilitan la actuación, y otras por el contrario, nunca llega a producirse.
Nuestra entrevistada confiesa que ha vivido esta circunstancia en alguna ocasión.

Su tercer centro fue en la localidad de Paterna de Rivera, el C.E.I.P. Perafán de Rivera. Este iba a ser su destino definitivo, pero al quedarse embarazada tampoco quería estar muy lejos de casa.
Fue una etapa de sustituciones. No le gustó la experiencia, no le llenaba, no se sentía realizada. Transcurrió su embarazo, y en este periodo se le pasaron muchas cosas por la cabeza al conocer muchos trastornos, síndromes, enfermedades físicas, degenerativas... algunos conocidos por su experiencia, y otros por haberlos estudiado durante la carrera, pero no se obsesionó con ello.

Tamara nos explica que siempre hay que mirar porque el niño tenga una cierta calidad de vida, importante para su posterior desarrollo.

Tras su tiempo en Paterna, el nacimiento de sus hijos y pedir una comisión de servicios por precisamente la aparición de la discapacidad en un miembro de su familia, Tamara volvió de nuevo a Benalup-Casas Viejas, al C.E.I.P. Tajo de las Figuras, pero como maestra de primaria, aunque nunca ha dejado de tener contacto con niños con necesidades educativas especiales, pero ya de forma diferente, en un aula ordinaria donde tiene a “el charlatán”, “el listillo”, “el que le cuesta más”, “el de alguna adaptación curricular”... un aula con veinte alumnos, cada uno único, con capacidades y circunstancian diferentes.

Nunca estamos exentos de que, ya sea por una enfermedad o un accidente, aparezca la discapacidad en nuestra vida. Para ello, se debe tener una actitud positiva, conocer nuestras limitaciones y en base a eso, actuar y empezar a reconstruir nuestra  vida, no con menos valor ni pensar que es menos válida, sino de forma diferente.

No le frena ni se asusta la llegada a su aula de un alumno con discapacidad, de hecho sus compañeros de Pedagogía Terapeútica sostienen que es muy fácil trabajar con ella. Cada alumno con necesidades educativas especiales llega con su informe debajo del brazo, pero Tamara no es de etiquetas, prefiere comprobarlo de primera mano, a veces coinciden esos informes con su punto de vista, pero otras no.

Después de dos años en este centro, su destino definitivo por primaria será el C.E.I.P. Padre Muriel, otro de los colegios de nuestro pueblo. En este sentido, Tamara tuvo mucha suerte, porque no recorrió toda Andalucía como muchos maestros, siempre estuvo cerca de casa.

El C.E.I.P. Padre Muriel es un colegio maravilloso, del que los vecinos de Benalup-Casas Viejas deberían estar muy orgullosos de tener un centro de estas características, no ya por los profesionales que lo forman, sino también por las instalaciones de las que dispone.
Es un centro muy grande, de tres líneas, y a pesar de ser antiguo, ha sufrido reformas que la ha llevado a perder cualquier barrera arquitectónica, convirtiéndose en un centro totalmente accesible. Gracias a la lucha del Equipo Directivo y de los padres, se ha llegado a crear un centro dotado de Aula Específica, de dos maestros de educación especial, dos monitores, logopeda, de maestros de compensatoria... un gran equipo que atiende cualquier tipo de necesidad que se presente en el alumnado.

Las relaciones entre el alumnado, el profesorado y el alumnado con necesidades educativas son excelentes. Los niños son muy solidarios y el trato con el alumnado con discapacidad está muy normalizado, se prestan ayuda mutuamente y se adaptan todas las actividades que el centro realiza para que este alumnado participe. Además está dotado de un programa llamado Integración Inversa, alumnos de educación especial asisten al aula ordinaria y alumnos del aula ordinaria a la de educación especial, para que así adquieran conciencia social y se muestren empáticos.

El “colegio de arriba” es donde actualmente trabaja Tamara, que a través de su testimonio nos ha acercado a la escuela y a la figura del maestro.

Gracias por esa dedicación a nuestros niños, por educarlos no sólo en contenidos, sino formar a personas en valores, en emociones, desde el respeto y hacer que se sientan queridos.

Desirée Flor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario