Erase una vez la historia de una niña que se llamaba Ana.
Ana tenía cuatro años y le encantaba ir al colegio. Todas las
mañanas su mamá la llevaba a clase, donde la esperaba su "seño" Rosa y todos sus
compañeros. Allí aprendían muchas cosas,
jugaban, pintaban... pero lo que más le gustaba a Ana era llegar a casa y poder
jugar con sus muñecos. Los cambiaba de ropa, les cepillaba el pelo, los paseaba
en su coche, pues los muñecos tenían su propio coche y su casita.
Ana tenía muchas muñecas pero tenía tres que eran sus
favoritas. Se llamaban Julia, Andrea y Estela.
Siempre, siempre jugaba con ellas.
Cada noche Ana las acostaba a dormir en sus camitas, les daba
las buenas noches y se iba a dormir.
Lo que Ana no sabía ni imaginaba es que en ese momento sus
muñecos cobraban vida, se levantaban de sus camas, se iban a jugar, se paseaban en
el coche... todas las noches la casa era una fiesta y una aventura para ellos.
Salían al jardín y hacían exploraciones, se bañaban en la piscina y volvían loco
a Bruno, el perro, que era el único que lo sabía.
Un día, como todos al volver del colegio, Ana se puso a jugar con sus muñecos, y estando
con sus tres amigas Julia, Andrea y Estela, por un descuido de Ana, Julia se
cayó y se partió una pierna. Ana intentó arreglarla pero ya no quedó igual. Ana
se sentía muy disgustada y preocupada.
Llegó la hora de dormir, y los muñecos volvieron a la vida, pero Julia no podía caminar y no podía jugar con sus amigas, explorar o hacer
excursiones por el jardín. Así un día, otro y otro. Julia estaba muy triste y
sus amigas muy preocupadas.
Una noche, Ana se
despertó al escuchar un ruido. Salió de su habitación y encontró a todos los
muñecos llenos de vida por la casa. Observando escondida vio a los "pin y pon", algunos pitufos, a Barbie y Ken y a sus dos amigas Andrea y Estela. Echó en
falta a Julia. Le extrañó no verla porque siempre estaban las tres juntas.
Ana volvió a su habitación y miró en la casita de muñecas. Allí
en su camita encontró a Julia. A partir de ese momento Ana se levantaba todas
las noches a observar a sus muñecos. Veía como todas las noches Julia y sus amigas se quedaban en la casita porque Julia no
podía caminar.
Entonces Ana, al ver esto, fabricó una silla de ruedas de
palitos y lo dejó en la casita.
Cuando llegó la hora, los muñecos volvieron a la vida y Julia
vio su silla. Con ella y con la ayuda de sus amigas, Julia pudo unirse a los otros muñecos y a las exploraciones del
jardín, de distinta forma, a distinto ritmo y con ayuda, pero volvió a ser una más.
Desirée Flor.
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