Asabedi

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viernes, 17 de febrero de 2017

CUENTO INFANTIL: LOS MUÑECOS DE ANA


Erase una vez la historia de una niña que se llamaba Ana.

Ana tenía cuatro años y le encantaba ir al colegio. Todas las mañanas su mamá la llevaba a clase, donde la esperaba su "seño" Rosa y todos sus compañeros. Allí aprendían muchas cosas, jugaban, pintaban... pero lo que más le gustaba a Ana era llegar a casa y poder jugar con sus muñecos. Los cambiaba de ropa, les cepillaba el pelo, los paseaba en su coche, pues los muñecos tenían su propio coche y su casita.

Ana tenía muchas muñecas pero tenía tres que eran sus favoritas. Se llamaban Julia, Andrea y Estela.
Siempre, siempre jugaba con ellas.

Cada noche Ana las acostaba a dormir en sus camitas, les daba las buenas noches y se iba a dormir.
Lo que Ana no sabía ni imaginaba es que en ese momento sus muñecos cobraban vida, se levantaban de sus camas, se iban a jugar, se paseaban en el coche... todas las noches la casa era una fiesta y una aventura para ellos. Salían al jardín y hacían exploraciones, se bañaban en la piscina y volvían loco a Bruno, el perro, que era el único que lo sabía.

Un día, como todos al volver del colegio, Ana se puso a jugar con sus muñecos, y estando con sus tres amigas Julia, Andrea y Estela, por un descuido de Ana, Julia se cayó y se partió una pierna. Ana intentó arreglarla pero ya no quedó igual. Ana se sentía muy disgustada y preocupada.

Llegó la hora de dormir, y los muñecos volvieron a la vida, pero Julia no podía caminar y no podía jugar con sus amigas, explorar o hacer excursiones por el jardín. Así un día, otro y otro. Julia estaba muy triste y sus amigas muy preocupadas.

Una noche, Ana se despertó al escuchar un ruido. Salió de su habitación y encontró a todos los muñecos llenos de vida por la casa. Observando escondida vio a los "pin y pon", algunos pitufos, a Barbie y Ken y a sus dos amigas Andrea y Estela. Echó en falta a Julia. Le extrañó no verla porque siempre estaban las tres juntas.

Ana volvió a su habitación y miró en la casita de muñecas. Allí en su camita encontró a Julia. A partir de ese momento Ana se levantaba todas las noches a observar a sus muñecos. Veía como todas las noches Julia y sus amigas se quedaban en la casita porque Julia no podía caminar.

Entonces Ana, al ver esto, fabricó una silla de ruedas de palitos y lo dejó en la casita.

Cuando llegó la hora, los muñecos volvieron a la vida y Julia vio su silla. Con ella y con la ayuda de sus amigas, Julia pudo unirse  a los otros muñecos y a las exploraciones del jardín, de distinta forma, a distinto ritmo y con ayuda, pero volvió a ser una más. 


Desirée Flor.

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